¿Cómo comer verduras si no te gustan?
A veces puede resultar difícil seguir las indicaciones de los expertos para llevar una alimentación saludable porque no nos gusta comer algunos de los alimentos indicados. Las principales protagonistas de este problema suelen ser las verduras. Entonces, ¿cómo comer verduras si no te gustan?.
Las verduras deberían ocupar la mitad de cada plato que consumimos según los nutricionistas de Harvard, o la dieta mediterránea, aunque son muchas las casas en las que la verdura apenas aparece durante la mitad de la semana.
Para facilitar e implementar el consumo diario de verduras en este post hemos querido compartir 5 consejos que sin duda van a suponer un antes y un después en tu dieta y te permitirán comer verduras aunque no te gusten.
1. Conocer sus beneficios
La primera motivación para incluir verduras en cada plato que consumimos es saber todo lo bueno que van a aportar al organismo.
- Su alto contenido en fibra va a ayudar a mejorar el tránsito intestinal
- Son muy saciantes, por lo que vas a conseguir eliminar el picoteo entre horas
- Las verduras contienen muchas vitaminas y minerales lo que permite un mejor funcionamiento del organismo
- Van a ayudar a mantener una buena hidratación gracias a su alto contenido de agua
- Gracias a los antioxidantes que contienen se va a conseguir evitar el envejecimiento prematuro
Todo esto se traduce en beneficios no solo dentro del cuerpo, sino también por fuera ya que el consumo regular de verduras se refleja en una piel sana y un pelo y uñas fuertes.
2. Camuflar las verduras en alimentos que ya nos gustan
Esta puede ser una técnica muy sencilla de aplicar ya que hay miles de recetas muy asequibles y deliciosas que nos ayudan a esconder la verdura en nuestros platos. Es una forma muy fácil de comer verduras si no te gustan.
Existen además técnicas muy simples como, por ejemplo, si se va a cocinar pollo, añadir unas cuantas verduras antes y rehogarlas. Una vez cocinadas incluso con un poquito de vino, las retiras, y mientras cocinas las pechugas a la plancha, puedes triturarlas como si fuera un puré y volverlas a añadir a la sartén donde cocinas las pechugas. Conseguirás una deliciosa salsa con lo mejor de las verduras que hayas escogido.
De igual manera, en el supermercado existen muchas alternativas a comidas tradicionales transformadas a su versión vegetariana o vegana. Un ejemplo son las hamburguesa de pollo y espinacas de Aldelís.
3. Tener siempre a mano tentempiés saludables
Otra forma de intentar comer verduras si no te gustan, es ya sea en casa o fuera de ella, priorizar las verduras como aperitivos.
Si vas a salir, puedes cortar y lavar una zanahoria y guardarla en una bolsita con cierre hermético y llevarla donde quieras (¡si se puede conservar frío mejor que mejor!). Otra opción es tomarlas con alguna salsa para dipear tipo el hummus de garbanzos. ¿Lo has probado? el crujiente de la zanahoria combina muy bien con el delicioso sabor del hummus.
Otra alternativa son los tomates cherry. Ten siempre en la nevera un recipiente con unos cuantos de estos pequeños tomates y come un par cuando te empiece a picar el gusanillo. Puedes acompañarlos con un poco de queso para untar. ¡Pruébalo!
4. Hacer cremas y sopas
No importa si es invierno o verano siempre hay una alternativa con verduras para calentarse o refrescarse respectivamente.
En invierno recomendamos preparar gran cantidad de un caldo que contenga verduras y congelarlo en raciones individuales. De esta manera podrás preparar sopa o beber caldo para entrar en calor de una manera muy saludable y lo más importante: ¡sencilla!. Las verduras puedes triturarlas con un poco de queso para untar y obtendrás un delicioso puré. Si además le añades alguna especie tipo curry, te sorprenderá el resultado y descubrirás otra forma de comer verdura aunque no te guste.
Lo mismo para el verano. Si has encontrado tu receta de batido estrella, prueba a añadirle un par de hojas de espinaca a la mezcla. El sabor apenas varía, mientras que los beneficios para el organismo se multiplican. Otras opciones más conocidas son el clásico gazpacho o el salmorejo.
5. Modificar las recetas clásicas
Incorporar verduras a los platos es una tarea muy sencilla y se puede hacer incluso sin ver las diferencias.
Un ejemplo: Al cocinar pasta con tomate puedes añadir calabacín a la salsa de tomate y triturarlo todo junto. ¡Tachán! La verdura desaparece en la salsa de tomate. Este es un truco muy interesante sobre todo para la cocina con niños.
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